El conflicto espiritual que
asedia a todo cristiano es una realidad, por eso oramos "Mas líbranos del
mal (o del maligno)." En este punto oramos, reprendemos, clamamos desde
pidiendo protección angelical hasta ser cubiertos con la sangre de Cristo con
tal de obtener la victoria.
Pero existe otra realidad; oímos
de cristianos oprimidos y en derrota que han sido liberados de todo, desde el
demonio de la lujuria hasta el demonio de la glotonería. Muchos de estos
cristianos bien intencionados, sin embargo, necesitan otra liberación de los
mismos demonios a las pocas semanas o meses. Parecen estar perseguidos por
estos mismos deseos pecaminosos y no pueden encontrar una victoria total. Hay una buena razón para la falta de
victoria: y es que; es imposible echar fuera a la carne.
La carne tiene que quedar
crucificada todos los días. Satanás solo puede tentar al creyente al nivel de
la carne, pero Satanás y la carne no son la misma cosa. Si uno estudia de cerca
las obras de la carne, podemos ver claramente que a muchos de los que se les
ministra liberación solo se sienten bien por un corto periodo pero con el
tiempo de nuevo vuelven a sus mismos hábitos pecaminosos.
Gálatas 5:19-21 nos dice
claramente que las obras de la carne son: "Adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y
cosas semejantes a estas."
Muchos de estos actos están
siendo echados fuera de cristianos como demonios porque no quieren reconocer
que es obra de su carne.
El cristiano nunca va a conocer
lo que es la victoria sobre estas obras, hasta que esté dispuesto a reconocerse
y hacerse responsable por estas mismas obras en su vida. La inmoralidad y la
impureza son decisiones que toma la gente al practicarlas.
Satanás es al fin de cuentas el
que seduce; sin embargo, es el cristiano el que decide. O escoge rendirse al
Espíritu Santo y crucificar los deseos de la carne, o decide rendirse a las
obras de la carne. Esa decisión la tendrá que hacer mientras viva en este
cuerpo mortal sobre esta tierra maldecida por el pecado.
Es por eso que la oración es tan
vitalmente importante. La oración le permite al cristiano vestirse de toda la
armadura de Dios y no dejarle lugar a las obras de la carne. La oración le
permite al creyente prepararse para la batalla que le espera cuando entre a
aquel mundo tan contrario a la naturaleza de Dios. La oración trae al seguidor
de Cristo bajo el liderazgo del Espíritu Santo. Y la oración le da confianza en
la verdad de lo que dijo el apóstol Pablo: "Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5:16).
El crecimiento del humanismo
cristiano está llevando a la derrota a una multitud de ellos. ¿Y cómo es esto
preguntaras? Bueno; esta perspectiva es un tipo de humanismo que reconoce sólo
la voluntad del hombre e ignora la lucha espiritual que se lleva a cabo a su
alrededor. Piensan que con tomar buenas decisiones y portarse bien ya
cumplieron. Para muchos la vida cristiana se presenta solamente como el tomar
las decisiones correctas en la vida. Ellos ignoran completamente la dimensión
de la lucha espiritual por su falta de oración.
La batalla ruge por las almas de
los hombres. El hombre de oración va a reconocer que los poderes del infierno
harán todo lo posible por tener a los hombres atados en las cadenas de sus
pecados. El hombre de oración comprende que "no tenemos lucha contra
sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes" (Efesios 6:12). El hombre o la mujer de oración tienen
que aprender a combatir en oración contra los poderes espirituales de maldad.
Dios está reuniendo un ejército
de guerreros de oración en esta generación. El Espíritu le susurra al corazón a
los hombres y las mujeres: "¡Ora! ¡Ora!" “¡Ayuna! ¡Ayuna!” Él les
está llamando a los creyentes a vestirse de toda la armadura de Dios. Él es
nuestro pastor y protector, nuestro libertador y fortaleza. No le tenemos que
tener miedo al enemigo. Podemos atacar las puertas del infierno de rodillas y
rescatar las multitudes que perecen.
Charles Haddon Spurgeon dijo:
"Estamos remando como los marineros salvavidas sobre un mar embravecido, y
nos apresuramos hacia aquel barco que se hunde, donde los hombres perecen. Si
no podemos sacar los escombros de ese barco viejo a la orilla, por lo menos,
con el poder de Dios, rescataremos a los que perecen, salvaremos vidas, y
llevaremos a los redimidos a las orillas de la salvación. Nuestra misión, como
la de nuestro Señor, es la de juntar de entre los hombres a los escogidos de
Dios, a fin de que vivan para la gloria de Dios."
Tenemos que reconocer todo tipo
de carnalidad y sujetarlas y vencer en oración a Dios.
"Porque tuyo es el
reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén"
No hay nada que nos puede traer
mayor gozo que el saber que Dios es nuestro libertador - un libertador poderoso
para todos aquellos que claman a Su nombre. Tenemos que mirar hacia Él para que
nos libre de los lazos del enemigo entre tanto que caminamos por este mundo
maldecido por el pecado.
Amados: Nosotros, por medio de la
oración, podemos confiar en Él para liberar a las multitudes de sus cadenas de
pecado. La adoración inundará nuestras almas al clamar a Dios como nuestro
protector y nuestro poder. Con humildad lo adoraremos, clamando: "Porque
Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
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